Últimamente me he convertido en un gremlin.
Al menos, en un gremlin mucho más feo que antes.
Me siento tierra inestable,
falla a punto del terremoto,
volcán impredecible,
con capacidad de destruir lo mejor de mi vida.
Y después a llorar cenizas.
Llorar.
Como ahora mientras escribo.
A veces necesito tanto llorar
que, por favor, dame una excusa.
Debería relajarme.
No sé si esta inyección me ayudará.
Más mierda al cuerpo.
Más dinamita para la próxima explosión.
Más médicos transitando por mi cuerpo.
Más expectativas.
Una desilusión más.
El nudo en el estómago
que a veces parece que no está.
La cabeza
que a veces gira muy rápido
y a veces muy lento.
Mejor no me hables,
porque no sé no ladrarte.
La verdad es que no me soporto.
El precio a pagar por un sueño.
Pero tras años de espera,
tras ocho largos ciclos
de creer el sueño al alcance de la mano,
empiezo a dudar si no será un espejismo.
Y ya no sé nada...
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