Hay una verja oxidada. Detrás, la maleza ha invadido el camino, tan espesa que éste, a veces, se pierde. Las zarzas trepan por los muros y cubren la puerta. Una contraventana chirría, desencajada de su marco. Todo es oscuro.
Pero rozas, apenas, con tus dedos, y aparece deslumbrante el primer rayo de sol. Te sacas de la manga una llave, ¿cómo es que la tenías tú?, y la verja te da la bienvenida con una reverencia. Tu pie firme en el suelo, y la vegetación florece un camino sinuoso que se abre para ti. Miras, y tu mirada.... tu mirada hace estragos en zarzas y telarañas, derriba muros y viejas fortalezas, transforma escudos en bellos cuencos. Y llega hasta mi fuente donde, liberada, te espera cantando el agua.
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